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    Las frases de la página principal están recopiladas en el texto Contra periodistas, del escritor y periodista Màrius Carol. Editorial edhasa.

    San José en su cuna

    Comentario sobre la novela La Boca del Monte de Gustavo Fernández Quesada, que narra los orígenes de nuestra capital, San José, en el siglo XVIII.

    Ana María Botey Sobrado, historiadora.

    Los orígenes de San José como asentamiento colonial son desconocidos para la mayoría de sus habitantes y el público en general. Sin duda alguna se han desarrollado amplios estudios históricos que abordan el desarrollo de la capital, principalmente focalizados en la segunda mitad del siglo XIX y durante el XX, cuando empieza a adquirir importancia como ciudad, núcleo económico, político y cultural, producto del auge cafetalero y la segunda europeización. Empero, existe poca información sobre los motivos, circunstancias y actores sociales que participaron en la creación de la futura ciudad, que llegó a constituirse en la más relevante del país.

    De allí que la ficción histórica de Gustavo Fernández, pese a no intentar sustituir al historiador, sino a crear una novela histórica, viene a solventar en parte ese vacío y a acercarnos de una forma atractiva a los orígenes de San José. La novela se basa en una investigación cuidadosa sobre el proceso y los hechos históricos que dieron origen a este asentamiento en 1755, cuando el alcalde de Cartago, Tomás López del Corral, emitió un bando que obligaba a las familias enmontañadas en Aserrí, Curridabat y Escazú a buscar cobijo al amparo de la ermita dedicada al patriarca San José, ubicada donde hoy se encuentra la tienda Scaglietti.

    La novela reconstruye los actores sociales, políticos y religiosos, así como el contexto económico, ambiental y cultural de la provincia más insignificante y distante de la Real Audiencia de Guatemala. Por supuesto, engarzando estos elementos, de los cuales a veces el historiador solo ha encontrado algunas huellas, con recursos imaginativos y literarios para atraer la atención del lector.

    La ermita había sido construida en 1738 y dedicada al santo José, de conformidad con una tradición instituida por la familia Torres un siglo antes. Sin embargo, fueron pocos los habitantes que construyeron sus casas en las inmediaciones, sobre todo porque el sitio no era atractivo: constituía un simple lugar de paso que conectaba los Valles de Aserrí y Barva y, además, carecía de un río que allegara agua dulce.

    Relevante fue entonces la figura del sacerdote y médico andaluz Juan de Pomar y Burgos, quien en 1751 lideró la construcción de un modesto acueducto y, a partir del bando emitido por Cartago, asumió el reto de consolidar el pueblo, al recibir a las familias que bajo amenazas y mecanismos violentos, debían buscar vida en esa planicie desolada, es decir, en Villa Nueva de la Boca del Monte.

    Cabe subrayar que similar origen tuvieron las ciudades de Heredia (Villa Vieja) y Alajuela (Villa Hermosa) porque la agrupación de personas respondía, claramente, a una estrategia política y eclesial con el fin de facilitar la recolección de impuestos y diezmos, asimismo para controlar la población. Se requería, además, dinamizar la producción, el comercio y disponer de mano de obra para diversos menesteres. Por ello, Pomar y Burgos dedicó parte de su tiempo a la quema de los dispersos ranchos donde habitaban las familias desobedientes y la Iglesia católica amenazó con la excomunión.

    Mata Redonda, por su amplia vegetación, sería considerada en la jerga colonial como “el monte”, cuya puerta de entrada sería “la boca”, es decir el lugar donde yacía la ermita. De ahí el singular nombre de la Boca del Monte que, no era exclusivo, pues se usaba en otras latitudes.

    En este marco, de violencia política y religiosa, surge una ficción muy interesante, cuya metáfora principal articula el nacimiento agresivo y trabajoso de un pueblo, con la fecundación igual de confusa de un niño, el hijo de María de Mora, joven devota que atribuye la paternidad de su bebé al patriarca San José. Esto hace que el incipiente poblado explote en ira y busque al culpable de violar la intimidad de María, cayendo el dedo acusador en Vitorio, un juglar desconocido.

    La Boca del Monte es, por tanto, un relato que revela las redes del poder colonial, muestra la marginación de indígenas y afrodescendientes, desnuda la pobreza y precariedad de gran parte de los pobladores y, sobre todo, presta algunas luces para comprender por qué en la actualidad continúa siendo difícil amar y sentirse parte de la ciudad, pues no se ama lo que no se conoce.

    Gustavo Fernández cumple con acercarnos a un proceso fundamental en la vida de nuestra capital, un hito insoslayable de su devenir histórico, el de su fundación y primeros años. Es probable que la elección del tema no fuera casual, que la historia no haya explicado de manera conveniente ese proceso, y la novela nos ayude a comprender y valorar a los hombres, las mujeres y las circunstancias históricas involucradas en los orígenes de San José.

    En ese sentido, considero que La Boca del Monte podrá contribuir a la difusión popular de este momento histórico y cumplirá una función en la construcción de una memoria e identidad de San José. Una tarea fundamental para preservar y revitalizar nuestra capital, con el fin de aportar en la resolución de sus múltiples problemáticas vinculadas a un crecimiento no planificado, al abandono social de su centro histórico y cívico y la desatención de gran parte de su patrimonio cultural.

    (Fotografía externa tomada en los estudios de las Radiemisoras de la Universidad de Costa Rica durante el programa Compartiendo la Palabra).

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