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    Las frases de la página principal están recopiladas en el texto Contra periodistas, del escritor y periodista Màrius Carol. Editorial edhasa.

    Sylvia Carbonell: La catalana que hizo el millón de amigos

    Hace un año, nos dejó físicamente una de las académicas en comunicación más brillantes que han arribado al país en los últimos 27 años.

    Mucho más que sus enormes méritos profesionales, el mayor legado que Sylvia nos dejó a todos fue su amistad y apoyo sin reservas.

    ¿Cómo la recuerdan compañeros, amigos y estudiantes?

    Sylvia en el profesional lente de nuestro gran amigo José Alberto Gadjens durante un reencuentro de compañeros de Eco News.

    Para una de sus voces latinas favoritas, el cantante brasileño Roberto Carlos, el título de este artículo se compone de dos de sus versos más famosos: ¡Yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar!

    Pero para Sylvia Carbonell Vicente, (¡Jamás Doña Sylvia, porque “ella no ha venido”¡ solía decir) sin que se lo propusiera como una meta, alcanzar el millón de amigos se le hizo fácil ya que en todo equipo de trabajo que llegó, sumó muchos nuevos amigos.

    De hecho, quizá, rara vez -como ella lo logró- una profesional a la que le toca corregir (en ocasiones hasta fuerte, porque la falta lo ameritaba) consigue cosechar tantas entrañables amistades y a la vez ostentar las jefaturas o direcciones con liderazgo, sobrada capacidad y sin discusión de mando. “Pero todo se lo debo a mi equipo“, repetía con genuino agradecimiento.

    Enumerar los méritos y logros profesionales de Sylvia en Costa Rica, desde que decidió radicarse definitivamente en el país en 1995, harían este artículo interminable.

    Pero mayor misión imposible sería calcular los amigos y amigas que Sylvia acumuló durante todos los espacios laborales y profesionales en los que sirvió con pasión y responsabilidad. Y en todos dejando huella.

    Con parte de sus compañeros y amigos de las Radiemisoras de La Universidad de Costa Rica.

    Ya fuera en su querida Universidad de Costa Rica (impartiendo lecciones, en EDHUSCA, en el Posgrado en Comunicación o en las Radioemisoras), en su segunda casa académica la Universidad Federada San Judas Tadeo, en las muchas escuelas privadas de periodismo, en la Subdirección en Eco News, haciendo teatro o en las decenas de congresos o conferencias que impartió, esta catalana nacida el 28 de junio de 1954 se hizo amiga de quien quiso hacerse su amigo.

    Eso por solo mencionar sus espacios laborales en Costa Rica, que se sumaron a otros sitios en los que trabajó en su tierra de origen vinculados a otros campos como la alta gerencia, lo que en Costa Rica conocemos como administración de empresas.

    Antes de Comunicación, Sylvia completó estudios en ese campo profesional que contribuyeron a hacer de ella una excelente “gerente” de la economía hogareña.

    “¡Yo nací allí¡” decía orgullosa cuando escuchaba el famoso tema Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat, nacido también en su maravillosa tierra natal Cataluña.

    Su cariño era peculiar y hasta podría decirse que prodigó la amistad perfecta: ni tan cercana que abrumara y ni tan lejana que se enfriara por la distancia.

    Una parada fija en Barcelona era visitar a su entrañable amiga María. Y en los encuentros no podían faltar los caracoles.

    Sylvia amó la libertad, la Coca Cola, los viajes -me repetía que si algún día se “me perdía” que seguro la encontraría en París-, coleccionaba relojes, le fascinaba La Habana, la lectura y el cine, los caracoles (pero tenían que ser los de su mejor amiga María), la música del cantante catalán Lluís Llach, ir a bailar, amaba a sus gatitos –David y Viky fueron sus preferidos-y los perros, y las rockolas, prefería los souvenirs pequeños -tal vez por eso me eligió por tantos años- y en sus últimos años un regalo que -de seguro- le encantaría sería un puzzle (rompecabezas).

    Nada llenaba más de alegría a Sylvia que visitar y caminar junto a su hermana, Nuria, por las calles de Terrassa en Barcelona, y ninguna noticia la hizo más feliz que saber que tendría un nieto, el precioso Martí.

    Era imposible mantenerse indiferente cuando Sylvia contaba una historia.

    A Sylvia la distinguió siempre su solidaridad, fue capaz de sacrificar gustos o aspiraciones personales por satisfacer a familiares, compañeros o amigos. Si sabía de un problema que afrontaras, Sylvia te brindaría una posible solución y te empujaría siempre a alcanzar tus sueños, aunque ello la obligara a alejarse de su amigo, amiga o pareja.

    Su Vuelo Supremo, hace un año, convocó a decenas de sus estudiantes, compañeros de trabajo, colegas, a sus hijos Amanda y David, a su familia en Costa Rica y a quien les escribe, para recordarle que siempre estará en nuestros corazones, agradecidos eternamente por dejarnos ser parte de ese millón de amigos.

    De su millón de amigos

    Colinas Altavista, en Aserrí, era el sitio donde prefería pasar los cumpleaños.

    María Rodríguez y sus caracoles

    Hoy hace un año que no estás y yo te añoro tanto … tengo tantas cosas que explicarte, necesito tu opinión como siempre para muchas cosas y no te tengo … siempre he admirado de ti tus ganas de vivir intensamente, de viajar, de conocer,  tu facilidad para empatizar, tu manera de relativizar, de analizar, tu cariño.

    Hemos compartido tantos años de nuestras vidas, nos hemos reído, hemos llorado, hemos discutido, pero jamás hemos dejado de estar juntas, a pesar de la distancia siempre estábamos cerca …
    Sigues y seguirás en mi recuerdo … Te quiero mucho Sylvia …”.

    Desde que llegó al país, Sylvia se ganó el cariño de lo mejor de la locución y la interpretación costarricense. Aquí con Rosa María Solano y Madelaine Martínez.

    Froilán Escobar: Sylvia, la Catalana

    “Es muy difícil para cualquiera que la haya conocido decir que Sylvia Carbonell, la Catalana, ya no está.

    Al parecer no tenía nada de especial, salvo su voz, estentórea, resonante, de mujer convencida de sus alegrías, de ahí, tal vez, que elevara su voz por encima de las otras voces. Pero no por alarde o presunción, ni tampoco porque no pudiera dejar de  ser española cuando pronunciaba las zetas, sino porque no podía, ni cuando hablaba ni cuando ponía sus ojos a recordar, dejar de ver a su madre. Se detenía en cómo hablaba, en cómo decía, las palabras en catalán, haciendo hincapié  no en el acento sino en la conciencia que había en su voz.

    Lo mismo con la gente y con las calles de Barcelona. Los confundía. Los fundía vivamente. Como si, con nostalgia oculta, hiciera referencia a su niñez o la casa Batlló de Gaudí. La belleza no estaba en los detalles, sino la emoción con que lo decía. Con su voz estentórea tocaba en las puertas del recuerdo para que despertara la vida. Así. En todo. O casi todo.

    Especialmente en Costa Rica. En la que se detenía. La refería críticamente. No se contentaba con hablar de sus valles y montañas, ni de sus bosques, para hacer notar, sin énfasis turístico, que  el verde podía contaminar hasta el azul del cielo. Sino por algo más rotundo. Porque me gusta ser de aquí, decía. Porque soy de este país, decía. Era evidente. Al igual que su alegría, que no necesitaba confesar, era evidente. Así era ella. Con su voz estentórea. En lo pequeño o en lo extraordinario. Compartiendo con los amigos o en sus clases de radio en la universidad. Destacaba por esa minuciosidad humana, por ese dominio profesional con la que enamoraba a los estudiantes para que hicieran un periodismo vivo, a viva voz.

    Al parecer no tenía nada de especial, pero no hay duda de que, Sylvia Carbonell, la Catalana, es inolvidable”.

    A Sylvia le encantaban las sorpresas. Más si eran por su cumpleaños.

    Patricia Huertas, amiga amada

    Querida Sylvia, las primeras lluvias de abril ya han caído y con ellas tu dulce recuerdo viene a mí. Hace ya un año volaste al infinito y vienen este día triste a mi mente mil historias que tuvimos la suerte de compartir. Historias de viajes y tierras lejanas, aventuras de tu tierra natal en tus años mozos, los amores que dejan rastro permanente en las entrañas, nuestros hijos, ¡oh por Dios!, se nos hinchaba el corazón al mencionarlos.

    Tu llegada bendita a este país, el camino difícil y de lucha recorrido y la llegada de un nuevo amor para refrescar tu vida, los libros de nuestros autores preferidos, recetas catalanas, ticas y francesas,  nuestros secretos en la terraza de aquel bello café, las caminatas sobre la alfombra lila de las jacarandas en flor del Alma Mater, nuestros dolores y alegrías que tantas veces nos desgarraron el alma y otras tantas nos hicieron reír …

    No puedo creer que te hayas ido tan pronto, amiga amada. ¡Faltaba tanto por vivir! Emprendiste tu vuelo justo en el momento que la vida me premió con más tiempo para compartir, con la llegada de mi retiro, por cierto, no te pude contar la buena nueva pues la noticia llegó justo cuando empacabas para tu viaje a la Eterna Mansión.

    De nuevo escucho la lluvia de abril … creo que no es lluvia, es el dolor aún húmedo de tu ausencia en mi rostro …

    Au revoir ma petite amie, je t’aimerai toute ma vie!

    En uno de sus cumpleaños, con sus amigas Caty Prado y Vanessa Mora, quiso sentirse como en Sex and The City comprando ropa y tomando vino en la tienda.

    Caty Prado, ¡Recuérdame¡

    Puedes llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido.

    Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha  dejado; tu corazón puede estar vacío, porque no lo puedes ver,  o puede estar lleno del amor que compartisteis.

    Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda, o puedes hacer lo que a ella le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

    David Harkins

    Creo que con estas hermosas palabras le encantaría a Sylvia que la recordemos, porque ella era una alegría pura por la vida sin importar las vicisitudes que atravesara.

    Las enseñanzas que dejo por donde pasaba nos acompañarán siempre.

    Te extraño amiga. Un gran abrazo”.

    Mario y Lluis: Un beso hasta el cielo

    Un mensaje para nuestra querida Sylvia. Hoy como muchos días te recordamos, muchos sienten tu ausencia física quizás cada día, pero una cosa es indiscutible querida amiga dejaste un legado y una presencia permanente en todos los que fuimos tus amigos. Lo supiste hacer muy bien, siempre en nuestros corazones.

    David Vargas: Una mujer extraordinaria

    David Vargas, Chucho, fue uno de sus primeros alumnos que se convirtieron en entrañables amigos.

    Sylvia, mi estimada Sylvia, fue una de las pocas profesoras universitarias con la que logré entablar una amistad que perduró mucho más allá de las aulas de clase.

    Ella tenía esa habilidad. Era alguien con ese don de entablar esa confianza y esa cercanía que tienen las personas que se vuelven nuestros amigos de por vida. Y como amigos de por vida, uno no puede precisar cuándo ni cómo ocurrió… Solo sabe que ocurrió alguna vez años atrás. Pero ya eso es lo de menos. Lo importante es que ella fue mi amiga de por vida y siempre la tuve presente hasta el final.

    Me hubiera encantado poder compartir más tiempo con ella. Me hubiera encantado poder escuchar más de sus historias locas de joven, enterarme de cómo se enamoró de la radio, entender cómo una catalana como ella vino a dar a este pequeño país, y de saber su opinión de cómo se convirtió en ciudadana de Costa Rica y Cataluña. Pero sobre todo, quisiera poder preguntarle su secreto de cómo Sylvia incidió tanto en la vida profesional y personal de tanta gente que cruzó caminos con ella.

    A lo mejor esa capacidad de volverse amigos entrañables no tiene explicación más allá de que simplemente era parte de lo que hacía a Sylvia una mujer extraordinaria.

    Como docente era excepcional. Me hizo enamorarme de la radio. Como amiga me hizo creer que yo, como estudiante y como persona, estaba para cosas más grandes que lo que hace casi treinta años pensaba que eran posibles.

    Me impulsó a soñar. Me convenció que debía estudiar en su alma mater. Y aunque yo lo pensaba que era más probable escalar el Everest, fui a dar a Cerdanyola del Vallés a recorrer los mismos corredores de su amada Universitat Autónoma de Barcelona, por donde ella también se paseó haciendo lo que sabía hacer mejor: enseñar sobre radio y convencer a sus estudiantes que podían ser mucho mejor de lo que ellos mismos se creían capaces.

    Extraño mucho su voz de contraalto, su acento catalán cuando alargaba la “ele” en las palabras, su extraordinario sentido del humor, su risa contagiosa, y su vibrante personalidad que inevitablemente le alegraba el día, aunque uno estuviera pasando un día difícil.

    Ella estuvo conmigo en mis momentos más duros, como cuando mi madre falleció. Nos topamos a menudo en entornos profesionales. Y aún en el “corre corre” de la elección de directorio de Asamblea Legislativa en un Primero de Mayo, siempre había tiempo para un saludo con abrazo muy fuerte en la pausa de treinta segundos antes de ella volviera al aire.

    El vacío que dejó en mí con su partido es grande. Difícilmente va a poder ser llenado otra vez. Pero al recordarla me siento enormemente privilegiado de haberla conocido y de poder decir que fuimos amigos muy cercanos.

    Un abrazo enorme hasta el cielo Sylvia. Adéu! Fins sempre.

    Para cerrar el 70 Aniversario de sus queridas Radioemisoras de la UCR.

    Adrián Vega: Te conocí bajándote del avión

    A lo largo de una vida y en el caso mío que ya peino canas hay personas que impactan profundamente y nos forman para bien o para mal en la sociedad: maestros, profesores, escritores o gente con la que uno simplemente se topa.

    Algo así fue lo que me sucedió cuando conocí a Sylvia Carbonell, a quien presumo con orgullo fue una amiga y de mis formadores radiofónicos. Siempre me presentaba ante sus conocidos como el amigo que conoció prácticamente bajándose del avión que la trajo a Costa Rica, remanso de paz que le sirvió de mucho para dejar atrás todo lo que traía acumulado en el viejo continente.

    Yo con escasos veinte años y empezando a formarme en el mundo de lo que ahora es mi pasión la radio nuestro primer contacto se dio en un curso que recibí con ella y que me maravilló con sus novedosas ideas y experiencia. Con una voz potente y elocuencia didáctica y un amor por la comunicación que me sirvió de mucho para la clase de comunicador que ostento ser hoy en día.

    Por aquellos años se siguieron dando encuentros no solo en aulas, pasillos y corredores de la Universidad de Costa Rica sino en encuentros en diferentes medios radiofónicos nacionales y también sociales, que siguieron acrecentando ese cariño y respeto mutuo que sentimos por la radio. Me formo al igual que muchos hombres y mujeres con los que he compartido micrófonos, Sylvia siempre entusiasta dinámica, directa y práctica en su verbo.

    La esperé por años con ansias, como se lo decía cuando nos veíamos, que llegara a ser directora de mi querida Radio Universidad de Costa Rica, medio para el que laboro desde hace ya más de 30 años y cuando se me cumplió el sueño … ya el destino o el poder superior tenía otros planes y nos la arrebató sin que pudiera desarrollar en su totalidad todas sus ideas para las Emisoras UCR.

    Pero no dudo que impactó en muchos estudiantes periodistas comunicadores a lo largo de su carrera en su España natal, en nuestro país y en los demás países donde tuvo oportunidad de compartir sus pensamientos.

    Hoy ya al año de tu partida física solo puedo agradecerte lo mucho que compartimos, tu cariño, tu amistad. Nunca dejarás de sorprenderme, porque solo el pensarte hace que te sienta aun físicamente …

    Miguel Regueyra, ¡Qué falta me hacés querida camarada, Sylvia Carbonell!

    En diversos momentos, en este año de ausencia, me he descubierto extrañándote.
    Con frecuencia conversábamos sobre la marcha de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva, sobre tu labor en la radio, sobre la situación internacional y el tema que nunca podía faltar, Cataluña y su Procés.
    Con vos y por vos me mantenía informado. Hoy, mientras te escribo estas líneas, me doy cuenta que ya Cataluña no está en mi agenda, como lo estuvo. Tal vez sea una forma de suavizar tu ausencia.
    No olvido nuestra última conversación. Cuando supiste que estaba atravesando por un problema de salud y me iban a someter a una cirugía, a pesar de tu debilidad y las dificultades para hablar, me llamaste: viernes 16 de abril de 2021.
    Así eras, solidaria como pocas.
    Una semana después ya tu cuerpo no pudo resistir más. Tu espíritu nunca flaqueó.
    No termino de asimilar tu ausencia.

    Karol Alfaro: su voz unía

    ¡Qué gran profesora, que gran persona! Su voz animaba, comunicaba y unía. Sylvia fue mi profesora cuando estudiaba periodismo, tenía yo 18 años, a esa edad no dimensionaba a la extraordinaria mujer que me enseñó, que el sonido es arte, que se dice transmisión radiofónica y no radial.

    Después, cuando terminé la carrera, fuimos amigas, ¡qué honor!
    Su esencia, sabiduría, palabras de aliento al alma, pero sobre todo su dosis de positivismo están enmarcadas en el rincón más especial de mi corazón, tan inolvidable, tan entrañable mi querida y amada profesora.

    Nuestro último viaje a la playa. hacia Cóbano, Puntarenas.

    Del autor: Quien redacta este artículo fue compañero de vida de Sylvia Carbonell Vicente durante 15 años y al momento de su partida física (24 de abril del 2021) estábamos comprometidos para casarnos en fecha por acordar.

    Agradezco a todos los amigos y amigas que aceptaron escribir unas líneas (y a los que no también, porque comprendo su dolor) con motivo del primer año de la partida de Sylvia. Para ninguno fue fácil como tampoco lo fue para mí redactar un artículo que, de seguro, pudo quedar mejor si no hubiera tanto dolor que vencer para concluirlo.

    ¡T’estimo Sylvia!

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